Dejo, para revivir un poco este querido blog la introducción a un trabajo mio sobre un texto de Cristobal de Acuña.
Desde la primera expedición por el Amazonas encabezada
por Francisco de Orellana en 1542 pasa casi un siglo hasta que de nuevo, por
orden del Gobierno Virreinal en 1639 se permita otro viaje a través del severo
ecosistema del río y su cuenca. Al entrar en crisis su milicia, especialmente
la naval, la Corona española prohíbe toda penetración, investigación o escritura
acerca del Gran río por temor a la ventaja que las potencias enemigas de los
Países Bajos, especialmente, pero también Francia y Portugal pudieran llegar a
tomar en estas aguas. Se buscó resguardar bajo secreto aquellas tierras a las
cuales comenzaban a rodear los discursos míticos de las ciudades doradas y los
reinos ignotos, donde todavía era posible pensar seres de fantasía e
inconmensurables riquezas, la gran aspiración imperial.
La
exploración en la que participa Fray Cristóbal de Acuña de la orden de la
Compañía de Jesús inaugura la narrativa de esta segunda etapa de exploración
del Amazonas y su cuenca hidrográfica. Los viajes anteriores habían sido el
resultado de aventuras inesperadas, exploraciones codiciosas, en las que se
viajaba a muerte en busca de tierras de leyenda. Este viaje, del que resulta la
Relación del descubrimiento del Río de
las Amazonas,[1]contrasta con el
volumen épico de sus predecesores al tratarse de una expedición planificada y
auspiciada por el Gobierno Virreinal asentado en el Real Consejo de Indias. Busca
hacer una observación cuidadosa, mesurada e informativa sobre la geografía del
Amazonas. Su autor no es un caudillo ni un soldado avezado sino un seleccionado
religioso capacitado por su educación para cumplir con el objetivo que se
espera de su viaje informativo. Su misión es de tal altura que el informe que
presenta en su Relación[2] no sólo se dirige al
mismo Felipe IV, Rey de España, sino que también concluye aconsejándole la
conquista y la evangelización de las tierras amazónicas en una interpelación
directa que permite observar el circuito comunicacional entre los poderes
coloniales del siglo XVII[3].
El viaje de Acuña y el contexto de escritura de la Relación. [4]
Al viaje
que da origen a la Relación de Acuña
le preceden dos viajes a través del río directamente vinculados con el proyecto
del que es parte la narración estudiada. El primero comienza cuando, tras huir
de una rebelión que hizo fracasar su misión en el pueblo de los denominados
Encabellados, los legos franciscanos Toledo y Brieva se internan en las aguas
amazónicas acompañados por unos pocos soldados. Sin mayor conocimiento de
navegación, y guiados únicamente por las suposiciones de uno de sus
acompañantes, llegan finalmente al Gran Pará, en tierras de dominio portugués.
Allí causan alarma en las autoridades de San Luis de Marajao que, al
preocuparse por la inadvertida llegada de un grupo de náufragos a uno de los
principales asientes de su fuerza naval, nombran al capitán Don Pedro de
Texeira para que prepare una inmensa flota de marineros portugueses e indios con
el fin de explorar el río a contracorriente en busca de la ciudad de Quito, de
donde originalmente habían salido Toledo y Brieva. La flota de Texeira zarpa el
17 de octubre de 1637 desde Curupá, llevando entre su tripulación al franciscano
Brieva. Tras una lenta travesía de ocho meses río arriba llegan a Quijos. Las
autoridades de la Audiencia de Quito, sorprendidas ante el informe de que por
el río Payamino se aproxima una flota de sesenta embarcaciones diversas, casi
mil indios remeros y cerca de una centena de soldados, improvisan una
bienvenida festiva. Sin embargo, en febrero de 1639 se ordena la salida
inmediata de Texeira y su flota, que ahora lleva consigo aguas abajo al padre
Cristóbal de Acuña.
Nuestro
narrador, acompañado por Andrés de Artieda, otro letrado religioso también
jesuita, y de Domingo de Brieva, es parte de la expedición de retorno
portuguesa como observador. Lleva a cabo la recopilación de datos hidrográficos
y geográficos que se incluyen en la Relación
y en su mapa, pero también es evidente su interés en los datos etnográficos,
pues informa sobre las poblaciones de la cuenca amazónica no sólo a partir de
lo que observa sino que además añade sus conocimientos previos y los que recibe
de boca de otros. La travesía termina el 12 de Diciembre de 1639, cuando llegan
al Gran Pará. Luego se dirigen a España, donde Acuña presenta el 20 de Marzo de
1640 ante el Real Consejo de Indias el informe de su viaje.
[1] Se
usa en este trabajo la edición reproducida en el tomo a cargo de Burgos, H
citada en la bibliografía. Que edita el texto primigenio de la crónica junto
con el mapa correspondiente. Esta
edición que habría sido la presentada por Acuña ante el Consejo de Indias el 20
de Marzo de 1640 difiere ligeramente de
la versión publicada con bajo autorización real en 1641 bajo el título Nuevo descubrimiento del Gran Río del
Amazonas, el año de 1639, por la Provincia de Quito, en el Reyno del Perú
de la cual hay varias ediciones.
[2] A
partir de este punto se usa Relación
para referirme a la obra Relación del
descubrimiento del Rio de las Amazonas de Cristóbal de Acuña, Edición a
cargo de Burgos H, citada en la bibliografía.
[3] No
hay que perder de vista que se trata de una época en que las órdenes
mendicantes llegadas a América compiten abiertamente por tomar la vanguardia en
los proyectos evangelizadores en poblaciones no contactadas y en las zonas de
difícil acceso, el texto de Acuña debe leerse también al servicio de su orden
en esta disputa.
[4] La
contextualización histórica del texto que se elabora en este apartado se
sustenta en los trabajos introductorios de la edición citada del texto y de las
de su texto mellizo Nuevo Descubrimiento
Del Gran Río de Las Amazonas a cargo de: Newton Freitas, Emecé 1942;
Mariano Cuesta, Banco Santander Negocios, 1993 y Arellano, Borque y Santoja,
Iberoamericana, 2009.
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